“Dios bendiga a América y a nuestros amigos de Occidente”, solía decir Ibrahim Rugova, primer presidente de Kosovo, al finalizar sus discursos antes, durante y después de la guerra que entre 1998 y 1999 enfrentó a la sociedad albano-kosovar con el ejército yugoslavo de Slobodan Milošević. El conflicto tendría un desenlace victorioso para los kosovares gracias a la ayuda de la administración estadounidense, entonces presidida por Bill Clinton, y sus socios en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Tras 78 días de bombardeos, consiguieron expulsar a las fuerzas militares serbias e impedir así una segura limpieza étnica, como las que ya se habían producido en las ex repúblicas yugoslavas de Bosnia y Herzegovina y Croacia.
La frase de Rugova quedó grabada en el subconsciente colectivo, y sería repetida incesantemente, incluso al día de hoy, como verbalización del sentimiento que el pueblo kosovar ha desarrollado hacia Estados Unidos desde entonces. El propio embajador de Estados Unidos en Pristina, Greg Delawie, definía Kosovo en unas declaraciones de 2016 como “el país fuera de Estados Unidos más proamericano del mundo”. La afección se mantiene en momentos en que el país celebra un aniversario de peso: el 10 de junio de 2019 se conmemoran 20 años del fin del conflicto, y en 2018 fue el décimo aniversario de su independencia, declarada el 17 de febrero de 2008 y reconocida ya por 114 países.
El gesto que ejemplifica de mejor manera esta devoción probablemente sea la instalación en Pristina de una estatua de bronce de Bill Clinton, con su brazo izquierdo levantado, mientras que en el derecho sujeta un portafolio en el que se puede leer su nombre y la fecha en que la OTAN comenzó los bombardeos sobre Yugoslavia, el 24 de marzo de 1999.
El propio Clinton, convertido en héroe nacional, estuvo presente en la ceremonia de inauguración, el 1º de noviembre de 2009, y sus palabras mostraban una mezcla de incredulidad y agradecimiento. “Nunca imaginé que se fuese a hacer en ningún lugar una estatua de mí así de grande. Esta mañana, cuando hablé con mi mujer, me dijo que debo hacerme una foto delante de la estatua y enviársela, para asegurarse de que es verdad y que no lo he inventado”, decía entonces ante una multitud que se aglutinaba frente a él en una de las principales avenidas de la ciudad, que además lleva su nombre: Bulevardi Bill Klinton.
La estatua no es el único símbolo del extendido sentimiento de gratitud, ni Bill Clinton el único beneficiario. Varias escuelas, centros deportivos, calles o avenidas de todo el país han sido nombradas en honor a personalidades como Madeleine Albright, secretaria de Estado de Bill Clinton, Eliot Engel, congresista estadounidense, Goerge Bush, ex presidente norteamericano, o incluso algunos ex primeros ministros de algunos países miembros de la OTAN, como Tony Blair, ex primer ministro de Reino Unido especialmente querido en el país.
Las sucesivas administraciones estadounidenses, con George Bush, Barack Obama y el actual presidente, Donald Trump, han sabido sostener el agradecimiento de la sociedad kosovar, manteniendo un rol protector hacia Kosovo, basado en profundos vínculos tanto económicos como militares. Desde 1999 están estacionadas en el país entre 600 y 700 tropas estadounidenses como parte de la misión de paz de la OTAN. La base militar de Bondsteel, al sur de Kosovo, llegó a ser presentada por el gobierno estadounidense tras su construcción, en junio de 1999, como “la mayor base militar de Estados Unidos en el exterior desde la guerra de Vietnam”. Por entonces, llegó a albergar a más de 6.000 efectivos.
No obstante, esta base militar ha estado envuelta en la polémica. En 2002 el comisario de derechos humanos del Consejo de Europa, Álvaro Gil-Robles, denunció, tras una visita a las instalaciones, la existencia de un centro de detención norteamericano similar al de Guantánamo. En una entrevista concedida al periódico Le Monde en 2015, lo describía así: “Había pequeñas barracas de madera, rodeadas de alambradas de espino, con 15 o 20 prisioneros vestidos con monos naranjas, como los de Guantánamo. Entre los detenidos había cuatro norafricanos sin afeitar que leían el Corán y estaban aislados unos de otros. No pude hablar con ellos y todo aquello me pareció muy sospechoso. Quien dirigía aquello era un asesor que venía de Guantánamo”. A los pocos meses de la apertura de investigaciones el centro sería cerrado y esto daría lugar a un cambio en el procedimiento para las detenciones de la KFOR, fuerza militar multinacional liderada por la OTAN que ingresó en Kosovo el 12 de junio de 1999.
Aun así, estos hechos no tuvieron ninguna repercusión en las relaciones entre la administración estadounidense y el gobierno kosovar, que siempre ha visto con buenos ojos la presencia militar de Estados Unidos en su territorio. En la actualidad existe un hermanamiento entre la Guardia Nacional Americana de Iowa y las Fuerzas de Seguridad Kosovares, con el objetivo de preparar al país para el día en que sea autorizado por la comunidad internacional a tener un ejército propio.
A pesar de su declaración de independencia, Kosovo se mantiene como un país tutelado por la comunidad internacional y aún no ha sido reconocido como Estado independiente por la ONU, dado el veto que Rusia, aliado de Serbia y defensor de sus intereses en esta institución, ha ejercido en las ocasiones en que esta posibilidad se ha planteado.
El reparto de las zonas de influencia en los Balcanes derivado de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, ahora Rusia, se mantiene presente en las relaciones entre Kosovo y Serbia, prácticamente inexistentes al día de hoy. Geoestratégicamente los Balcanes ocupan una posición privilegiada en Europa, y esto queda reflejado en esos ejes de poder.
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su aparente buena relación con Rusia supusieron todo un revuelo en la región. La campaña electoral estadounidense fue seguida con cautela desde Kosovo, donde Hillary Clinton, quien ya se había ganado el cariño del pueblo albano-kosovar en los años 90, era la gran favorita. Sin embargo, por primera vez la población serbo-kosovar se posicionaba del lado de uno de los candidatos, llegando a hacer campaña en favor de Trump entre la diáspora serbia que vive en Estados Unidos. En el norte de Kosovo, cuyos residentes, mayoritariamente de etnia serbia, todavía se aferran a las instituciones serbias, la victoria de Trump se celebró con festividades y vítores. Sin embargo, Donald Trump no ha dado hasta ahora ninguna señal de cambio en los intereses de Estados Unidos sobre la región, y esto ha calmado los ánimos entre la población kosovar, que no obstante sigue con cautela cualquier posible paso que el nuevo gobierno estadounidense pueda dar con respecto a ellos.
Ruzhdi Kuçi, conocido como “Amerikani” y vecino de la localidad de Ferizaj, al sur de Kosovo, afirma no tener miedo por posibles cambios durante el gobierno de Trump. “A pesar de todo, Trump también es americano, ¿no?”, afirma con esperanza. Kuçi es probablemente una de las personas que más muestras da de su fervor por Estados Unidos. Su salón está decorado con banderas americanas que cubren las paredes. Sobre su televisor, los retratos de varios líderes nacionales albano-kosovares, como el propio Ibrahim Rugova, se entremezclan con los retratos de Bill Clinton, George Bush o Abraham Lincoln, junto a las palabras thank you, en albanés faleminderit. Probablemente no haya nadie en Estados Unidos que pueda colgar en la pared de su casa una fotografía de Bill Clinton junto a una de George Bush y sentir admiración hacia ambos. Sin embargo, para Kuçi ambos son estadounidenses, y eso es suficiente.
“Aunque no hable inglés, yo me siento americano. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento por lo que Estados Unidos hizo por nosotros. Si no llega a ser por ellos, ninguno de nosotros estaría aquí hoy. Dios bendiga a América”, señala. Su dios es Alá, como el de 90% de la sociedad kosovar, un país de mayoría musulmana, pero este tampoco parece ser un impedimento para sentir un rechazo irremediable hacia Trump, a pesar de sus políticas antiinmigración que afectan especialmente a países de mayoría musulmana.
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